Ejes centrales de una producción agropecuaria basada en la eficiencia, el cuidado del ambiente y de las personas.
Desde finales de la década del 90 se produjo la marcada adopción de la siembra directa [GM1] en Argentina, superando el 50% de la superficie agrícola a principios del nuevo siglo y estabilizándose entre el 91 al 93% del total del área cultivada en la actualidad.
Tantos los productores y las productoras como los técnicos y las técnicas que trabajan promoviendo la tecnología, son conscientes que la siembra directa por sí sola no es sinónimo de sustentabilidad y sólo es una herramienta, aunque de importancia, en la complejidad que el sistema productivo presenta.
Hoy, diferentes instituciones públicas y privadas como algunos ministerios provinciales y nacionales, AAPRESID, CREA, entre otras, promueven y proponen la adopción de las Buenas Prácticas Agropecuarias (BPAs), tales como la siembra directa, rotaciones de cultivos, manejo responsable de fitosanitarios, cultivos de servicios, reposición de nutrientes, adopción de biotecnología, entre otras, como [GM2] el conjunto de herramientas necesarias a incluir en los establecimientos para alcanzar la sustentabilidad y equilibrio del medio ambiente, garantizando así la producción y de este modo, brindar seguridad alimentaria para un mundo cada vez más exigente y demandante de cantidad, calidad y diversidad de alimentos.
Es por todos conocida la importancia que representa la siembra directa para el control de la erosión de los suelos y para la infiltración del agua de lluvia. También es reconocida la revolución productiva que produjo al posibilitar expandir la frontera agrícola a zonas que antes eran consideradas solo ganaderas o marginales como el centro norte de Córdoba, el noroeste argentino (NOA) o el nordeste argentino (NEA)[GM3], por ejemplo.
Lo que resulta importante destacar y considerar, es el papel que juegan las rotaciones y no sólo de cultivos, sino además de germoplasmas y fitosanitarios para alcanzar la sustentabilidad antes mencionada.
Argentina es referente en el mundo por el sistema de producción. Está científicamente demostrado que el sistema de siembra directa con todo lo que comprende, posibilita secuestrar carbono atmosférico incorporándolo en el suelo, lo que resulta una herramienta importante para mitigar el calentamiento global y el cambio climático. Pero esto solo sucede si se intensifica la rotación y si se incrementa la producción de biomasa. Con monocultivo y principalmente de soja esto no sucede. Por el contrario, el sistema pierde carbono y sustentabilidad.
Hasta aquí justificamos porque debemos entender a la producción como un sistema si es que pretendemos alcanzar la sustentabilidad, entendida en sus tres componentes: el económico, el social y el ambiental. Pero como cualquier sistema, la producción agropecuaria es compleja y dinámica y la única manera de entrar en el círculo virtuoso de la mejora continua es a través de la innovación.
La innovación es el eje que posibilita eficientizar todos los procesos y sin lugar a duda que los procesos eficientes son los más resilientes.
Hasta hace no mucho tiempo, cuando se hablaba de tecnologías, estas se referían a insumos. Hoy y gracias a la innovación podemos hablar de tecnologías de procesos, donde se podría comparar a la producción agropecuaria como una línea de montaje de una fábrica, donde toda actividad que se realiza se planifica para la etapa siguiente buscando optimizar la actividad.
La innovación como concepto es muy amplio y necesariamente debería ser transversal a toda la cadena productiva: la biotecnología desarrollada en la semilla, la nanotecnología en las moléculas de los fitosanitarios, los aditivos que los combustibles fósiles cuentan para minimizar consumo y contaminación, la digitalización, imágenes satelitales, sensores remotos, sensores ópticos, entre otros, son ejemplos de la innovación a la que hacemos referencia. El desarrollo de nuevas tecnologías innovadoras no tiene techo y lo importante pasa a ser, poder integrarlas e interpretarlas para así nuevamente retroalimentar el sistema y ganar en eficiencia.
Innovación y sustentabilidad deben ir de la mano. Una nueva tecnología innovadora no tendrá perspectiva de éxito por más revolucionaria que parezca si no contempla la sustentabilidad en su conjunto.
Todos quienes forman parte, sean del sector público o privado; extensionistas, científicos/as o académicos/as; productores/as o industriales deberían trabajar en conjunto e integrados para desarrollar las nuevas tecnologías que sirvan como herramientas para solucionar los nuevos problemas que se presenten. En muchos sentidos esto también sería una innovación y que sin lugar a dudas ayudará a alcanzar la sustentabilidad del planeta.
Fuente: Red de Buenas Prácticas Agropecuarias, Aapresid, INTA. Nota redactada por el equipo de Diálogo Argentino – Alemán sobre Innovaciones Agropecuarias Sustentables.
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